viernes, 25 de febrero de 2011

Recuperando terreno (se los dejo a su criterio )

Hama Arba Diallo dice que la desertificación es un problema mundial y que tratarlo requiere apoyo mundial La desertificación es una causa a la vez que una consecuencia de la pobreza. Como un problema mundial, tiene graves consecuencias ecológicas y genera importantes trastornos económicos y políticos, incluso pérdida de ingreso (42.000 millones de dólares por año en todo el mundo), aumento de la pobreza, la migración en masa y los conflictos. La pobreza obliga a quienes dependen de la tierra para su sustento a explotarla excesivamente para obtener alimento, energía, vivienda y fuentes de ingreso. 

La degradación de tierras resultante y la pérdida de productividad del suelo a su vez destruyen la seguridad alimentaria y aumentan la pobreza. Los habitantes afectados se ven forzados a abandonar las tierras y buscar otros medios de ganar su sustento, lo cual puede ponerlos en conflicto con los habitantes ya asentados en las zonas a las cuales ellos migran. En total, 135 millones de personas – el equivalente de la población combinada de Alemania y Francia – se encuentran en riesgo de ser desplazadas como consecuencia de la desertificación. La mitad de los 50 conflictos armados alrededor del mundo en 1994 tenían factores ambientales característicos de tierras secas entre sus causas. La desertificación, la pobreza y los refugiados ambientales se refuerzan mutuamente. 

En Africa solamente, se estima que la pérdida causada por la desertificación asciende a 9.000 millones de dólares cada año. La mitad de los 50 millones de habitantes que se espera habrán de convertirse en refugiados medioambientales para el año 2010 provendrán de Africa al Sur del Sahara. Para 2020, se estima que 60 millones de refugiados habrán migrado de zonas desertificadas en la región del Sahel al Norte de Africa y a las costas de Europa. Entretanto, para ese mismo año, se proyecta que el éxodo en masa de tierras secas habrá de multiplicar la población en las ciudades costeras del Sahel en 3,5 veces desde su nivel de 1996, para alcanzar una población total de 271 millones de habitantes. Los recursos ecológicos dentro y alrededor de las ciudades y los campamentos en que se asentarán estos migrantes se verán bajo grave presión. Pero el problema no se limita a las tierras secas africanas. La desertificación afecta a más de 110 países alrededor del mundo. Un 70% de los 5.200 millones de hectáreas de tierras secas utilizadas para la agricultura en todas partes del mundo – 30% de la superficie total de las tierras del planeta – ya están degradadas y amenazadas de desertificación. Si permitimos que este proceso siga incontrolado, se espera que las tierras cultivables disminuirán en una tercera parte en Asia, dos terceras partes en Africa y una quinta parte en América del Sur, poniendo en riesgo los medios de vida y obligando a los habitantes a migrar a otras regiones. 

En México, por ejemplo, las sequías y la explotación excesiva de las tierras y del agua han disminuido los acuíferos en la zona central más densamente poblada del país a un 40% de sus niveles anteriores. Como resultado, entre 700.000 y 900.000 mexicanos abandonan sus hogares en la tierra seca cada año para buscar posibilidades de sustento como migrantes en los Estados Unidos. Muchas de los 12 millones de personas afectadas por la sequía en la región de Sertao en el noreste de Brasil han migrado a São Paulo, incrementando la población de la ciudad en 300.000 habitantes en 1999 solamente. En el curso de las dos últimas décadas, 1,3 millones de personas han huido de Haití a resultado de degradación ecológica agravada por malestar político. La producción per capita de cereales de la isla bajó a la mitad entre 1926 y 1996 y sólo puede satisfacer un 80% de las necesidades de alimento de su población. 

La pobreza obliga a quienes dependen de la tierra para su sustento a explotarla excesivamente Más del 30% de la tierra en los Estados Unidos está afectado de desertificación. Una quinta parte de España se halla en riesgo de convertirse en desierto. Las tempestadas de polvo en el norte de China y Mongolia se extienden hasta Corea y Japón – y a través del Océano Pacífico –, obligando al cierre de aeropuertos y escuelas. En China solamente, unas 24.000 aldeas, 1.400 kilómetros de vías férreas, 30.000 kilómetros de carreteras, y 50.000 kilómetros de canales y vías fluviales se ven constantemente amenazados de desertificación. Y podrían citarse muchos otros ejemplos de todas partes del mundo. 

En 1994, la comunidad internacional adoptó la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación para tratar esta creciente amenaza mundial de forma efectiva; la Convención entró en vigor en 1996. Para julio de 2002, 181 Estados ya se habían convertido en Partes a la Convención, que hasta ahora ha logrado éxito en despertar la conciencia respecto a la desertificación y la degradación de tierras en todas partes del mundo. En el curso de los años, la Convención ha madurado, y actualmente está dirigiendo la atención hacia la elaboración de Programas de Acción Nacionales – que bosquejan directrices de políticas a largo plazo y constituyen los instrumentos fundamentales para alcanzar los objetivos de la Convención – en preparación para ser ejecutados. Al mes de julio de 2002, 57 países Partes habían completado sus Programas de Acción. En 2000, la Convención había logrado auténtico alcance mundial con la adopción de un quinto anexo regional para Europa Central y Oriental (que entró en vigor en septiembre de 2001) para unirse a los cuatro existentes para Africa, Latinoamérica y el Caribe, el Atlántico Norte, y Asia. 

El enfoque abajo-arriba La Convención está basada en los principios de participación, asociación y descentralización, la columna vertebral de todo buen gobierno. El enfoque abajo-arriba que ha adoptado, desde la toma de decisiones hasta el proceso de implementación de los Programas de Acción, ha elevado el perfil y fortalecido las capacidades de quienes están directamente afectados por la desertificación, y actores clave han logrado identificar y encarar retos vinculados con el desarrollo sostenible. Una y otra vez, la Convención ha identificado la falta de recursos financieros pronosticables como el mayor impedimento para el proceso de implementación. Por lo tanto, recibió con beneplácito la decisión del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) en 2001 de designar la degradación de tierras, en primer lugar la desertificación, como área central como un medio de aumentar su apoyo para la implementación exitosa de la Convención. En efecto, el apoyo financiero del FMAM es indispensable si se ha de contener e invertir la desertificación y la degradación de tierras. Por lo tanto, creemos que la Asamblea del FMAM confirmará la recomendación de su Consejo designando la degradación de tierras, y ante todo la desertificación, como un nuevo área central del Fondo y prestará oído e implementará el llamado hecho por la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible de designar al FMAM como el mecanismo financiero de la Convención 

Hama Arba Diallo es Secretario Ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación. Foto: Somkiat Sirrikol/UNEP/Topham

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